– Usa un tono de voz serio, bajo y tranquilo. No debes gritar ni mantener un tono de voz brusco o elevado.
– Mantén el contacto visual con tu hijo mientras hablas. No debes estar haciendo otra cosa cuando le estás comunicando algo.
– Habla con calma. No debemos hablar muy rápido, puede ocurrir que tu hijo no te atienda ni te entienda.
– Muestra con tu postura corporal que estás relajado y predispuesto a atenderle. La postura corporal es muy importante, no debemos mostrar una postura “pasota” ni tensa o agresiva.
– Cuando tu hijo te responda, realiza una escucha activa para atender a sus razones
– Asiente con la cabeza o verbalmente cuando él/ella te hable
– Si sientes que tu enfado es muy grande, es mejor esperar. No debemos descargar con los hijos nuestro enfado. Cuando estamos enfadados no pensamos bien y podemos hacer o decir cosas que nos hagan arrepentirnos después.
– Cuando quieras comentar algo con tu hijo, elige el tema que te preocupa y defíneselo a tu hijo. Como que no ha hecho los deberes, que ha venido tarde, que ha estado con el ordenador mucho tiempo. Sobre todo no hables de varios temas a la vez, cada cosa a su tiempo. Y tampoco se ha de generalizar. Siempre estás con el ordenador en vez de, hoy llevar mucho rato conectado.
– Expresa cómo te hace sentir el problema, si estas enfadada, triste, etc
– Anima a tu hijo para que también exprese su punto de vista y respeta su opinión. Respetar no significa compartir o estar de acuerdo, pero le tenemos que dejar que se explique. No debes adelantarte a lo que va a decir con frases como, “ya se que me vas a decir que…”
– Escucha atentamente, respeta y anima la expresión de emociones en tu hijo. Como entiendo que estés enfadado, yo también estaría. Veo que estás triste por la discusión que has tenido con tu amigo, a mi también me pasaría.
– Recuerda siempre la edad de tu hijo y su capacidad para entender las cosas. Recuerda que ha de comprender todo lo que queramos transmitir.
– No etiquetes a tu hijo, el problema es el suceso, no él. Si lo etiquetas lo asumirá y si tu hijo cree que es un vago, el mismo no será capaz de estudiar porque sabe que es vago. Él no es un vago, el problema es que no se pone a hacer los deberes.
– Prepárate ante la posibilidad de escuchar cosas que no te gusten. Sobre todo si las escuchas, has de tranquilizarte y hablar con tu hijo. No has de cortar la conversación, ni recriminar lo que cuenta. Sino lo que pasará es que con el tiempo, dejará de contarte cosas.
– Muy importante es que entendamos que a nuestros hijos no tienen los mismos gustos o preferencias que nosotros. Nos gustaría que nos contasen como ha ido el colegio o instituto, que han hecho con sus amigos, donde han estado… Pero nos pueden hablar de su juego preferido, de una serie de la televisión… Nosotros siempre hemos de estar dispuestos a hablar con ellos, eso ayuda a tener una comunicación fluida, recordad que nuestras preferencias y las suyas son diferentes y hemos de seguirles la conversación cuando nos hablen de lo que sea importante para ellos. No debes mostrar interés solo cuando coincida con un interés tuyo.
– Busca momentos para poder hablar con tu hijo, las horas de las comidas, cuando vas en el coche… y sobre todo no ocupes estos espacios con distracciones como la tele, ordenador o móviles.
RECOMENDACIONES:
– Antes de decirle algo a tu hijo, piensa durante unos segundos lo que le vas a decir, así conseguirás transmitir el mensaje a tu hijo de una forma más precisa, así lo entenderá mejor.
– Puedes no compartir la opinión de tu hijo, pero eso no te empuja a no escucharla ni entenderla. Escucharos y entenderos os ayudará a mejorar vuestra relación y aumentará la confianza mutua.
– Educar la responsabilidad en tu hijo es muy importante, para mejorar vuestra comunicación os habéis de respetar. No debes insultar, culpar, ridiculizar o lanzar amenazas a tu hijo.