El juez Calatayud alerta del incremento de los casos de niños que agreden a sus padres cegados por su adicción a las nuevas tecnologías
Es un test muy breve: «Quítele el móvil a su hijo y a ver qué pasa». Lo ha ideado el magistrado Emilio Calatayud, titular del Juzgado de Menores 1 de Granada, y últimamente le está dando una notable difusión. La razón: la «preocupante» expansión de la adicción a las nuevas tecnologías entre los niños y los adolescentes. «He juzgado a algún chaval que prácticamente necesitaba fisioterapia porque tenía los dedos agarrotados de tanto guasapear», pone un ejemplo extremo el jurista.
Pero lo peor, y eso es lo que más alarma a Calatayud, es la forma en la que llegan ese tipo de casos a la fiscalía y los tribunales de Menores. «Nos traen a los chicos porque han agredido a los padres, pero en cuanto se escarba un poco aparece la adicción a los móviles, las tabletas, etc. Es decir, que esa adicción acaba generando violencia. Los padres quieren poner límites al uso de las nuevas tecnologías, retiran el móvil a sus hijos y ellos estallan. Pegan a los padres, y particularmente a la madre, Solo en una semana hemos tenido tres casos de este tipo. Y nos tememos que esto va a ir en aumento. Los agresores son tanto niños como niñas y pertenecen a familias que no suelen tener problemas de dinero ni de marginación», detalla el magistrado.
En estos supuestos, lo normal es que el juez imponga a los menores penas de internamiento, que es el castigo más severo al que puede enfrentarse un delincuente infantil o juvenil. «Pero la medida incluye tratamiento terapéutico para que se desenganchen del móvil, porque el móvil puede convertirse en una droga que, cuando se deja de suministrar, tiene su ‘mono’, el síndrome de abstinencia. Debemos tenerlo claro. Y no solo le ocurre a los menores: también a los adultos, pero ese no es mi campo…».
El juez Calatayud no habla por hablar. En los últimos tiempos ha procesado a chicos que, literalmente, se habían olvidado de dormir y orinaban en una botella para no separarse del teclado del ordenador. «Vamos a ver, cuando alguien se despierta por la noche y lo primero que hace es encenderse un cigarro, es evidente que es un adicto al tabaco. Sé lo que digo porque yo lo soy. Pues cuando un chaval se despierta de madrugada y lo primero que hace es coger el móvil para mirar los mensajes, también puede que sea un adicto a las nuevas tecnologías… O que está empezando a serlo», refiere el magistrado.
El experimento
En este sentido, Calatayud recomienda a los padres el experimento que se citaba al inicio de esta líneas: quiten «durante un día, o un fin de semana», el móvil a sus hijos para observar sus reacciones, «que vean a ver qué pasa».
Lo más probable, tranquiliza el jurista, es que no suceda nada inquietante: un pequeña rabieta y luego «algo de peloteo para que les levanten el castigo» antes de que venza el plazo. Incluso puede que ni eso. «La mayoría de los niños pasarán el ‘sarampión’ de las nuevas tecnologías sin dificultades, pero también habrá una minoría a la que le costará más y, en la medida de lo posible, conviene estar preparados».
Llegado a este punto, el juez Calatayud recuerda que él no es ni psiquiatra ni psicólogo infantil, pero agrega que su profesión le permite detectar los problemas emergentes cuando ofrecen su rostro más crudo, porque cuando un asunto llega a la justicia penal es que las cosas se han puesto verdaderamente feas. La adicción a los móviles, avisa el juez, encaja en esa descripción. Es lo que tiene estar en la línea del frente: que se ven llegar las ‘epidemias’ antes de que lo sean.
Con el aval de esa experiencia, el togado admite que, en materia de prevención, no hay soluciones mágicas. Ni tampoco drásticas. «Los que saben de todo esto mucho más que yo dicen que prohibir a los menores el uso de los móviles no serviría de nada. El debate está en si debería existir una edad mínima para utilizar el móvil. Como padre, siempre lo digo, yo pondría los 35 y que se lo paguen ellos. Pero como juez tengo que ser realista y creo que ya llegamos tarde para establecer edades, etc. Tenemos que convivir con las nuevas tecnologías y los padres debemos aprender todo lo que podamos para estar a la altura de los niños. O por lo menos, intentarlo. Tenemos que estar a su lado y poner límites, por supuesto».
En esta línea, Calatayud recomienda la lectura de las cláusulas del célebre contrato que una periodista experta en Internet planteó a su hijo, de trece años, cuando este le pidió que le comprase un móvil de última generación. Documento que incluimos en el libro Aprender a educar. El punto primero del documento redactado por la mujer decía así: «Este teléfono es mío. Yo lo compré. Yo lo pago. Yo te lo estoy prestando. ¿No soy la mejor?».
El segundo también era categórico: «Siempre conoceré la contraseña».
Pero quizá sea el último ‘mandamiento’ el que mejor resuma el talante con el que hay que enfrentarse a las nuevas tecnologías: «Te vas a confundir y te tendré que quitar el teléfono celular. Nos sentaremos a hablar sobre eso. Y empezaremos todo otra vez. Tú y yo estamos siempre aprendiendo. Y yo estoy en tu equipo. Nosotros estamos en esto juntos».
Vía: ideal.es/granada/