Para que un niño se sienta seguro y feliz, no le ha de salir todo bien. Simplemente tiene que saber que es lo que está bien y lo que está mal, o lo que hace bien o hace mal. También ha de ser consciente de sus fortalezas y sus limitaciones. Enseñar todo esto es labor de los padres. Y sobre todo hacerles las indicaciones para que aprendan a encontrar salidas a esas situaciones que a veces se les atragantan, pero no solucionárselas nosotros.
– A gestionar la frustración aprenden enseñándoles a identificar sus emociones. Si están enfadados o rabiosos, les explicamos porque y les decimos que son sentimientos que todos tenemos cuando no nos salen las cosas como teníamos previsto. Siempre después del efado.
– Hemos de predicar con el ejemplo. No podemos pretender que los hijos se calmen y busquen una solución a un problema, si nosotros reaccionamos de una forma poco cabal o incoherente.
– Tienen que aprender a esperar a que se pase el lloro o rabieta para poder pensar la respuesta o la solución con claridad.
– Dejar que sean ellos los que busquen las diferentes alternativas para solucionar el problema y no dándoles nosotros la solución o bien solucionándolo nosotros mismos. Los padres tenemos que ser pacientes y darles tiempo.
– Valorando las soluciones que han dado. Esto les ayuda a creer en ellos mismos y a verse capaces de salvar cualquier obstáculo que se les ponga por delante.