Podría parecer el capítulo de cualquier manual sobre paternidad, maternidad y crianza. Pero no. Es la memoria anual del fiscal jefe de Álava, Josu Izaguirre. Tras numerosas batallas judiciales contra altos cargos de todos los partidos políticos, Izaguirre (San Sebastián, 1964) se ha ganado a pulso el sobrenombre de azote de la corrupción. Su látigo, sin embargo, no se queda ahí sino que ahora se extiende a los padres excesivamente consentidores. Progenitores que no han enseñado a sus hijos algo tan fundamental como gestionar y tolerar la frustración. Progenitores que no quieren que a sus hijos les falte de nada. Progenitores que educan “equivocadamente” a sus vástagos, chavales que en el futuro tendrán muchas papeletas para ser violentos. Incluso, delincuentes.
Dentro de la memoria de la Fiscalía de Álava del 2018, en el capítulo dedicado a los menores y la evolución de la criminalidad, Izaguirre –padre de dos hijos- alerta sobre “la violencia aplicada a la vida diaria”. Y añade: “A veces una mirada puede desatar el comportamiento violento, que es utilizado por el adolescente para menoscabar la integridad física del otro; hacer valer su autoridad frente a padres o hermanos; u obtener un beneficio económico”.
“Siempre nos hacemos la misma pregunta. ¿Por qué tanta violencia entre los jóvenes?“. En opinión del fiscal jefe, la nula capacidad de frustración de los chavales se une a la impulsividad y las formas de resolver conflictos de manera inadecuada. Respecto a lo primero, se pregunta si la ley puede hacer que un joven infractor aprenda que no siempre se puede tener todo. “La frustración es algo a lo que todo ser humano debe enfrentarse en la vida. Supone admitir que no todas las metas se alcanzan. El menor infractor desea algo y lo quiere ya. Si a la nula frustración le añadimos la impulsividad ya está abierto el camino al delito“. Izaguirre hace hincapié en que vivimos en una sociedad en la que los padres “no frenan los impulsos consumistas de sus hijos”. Quieren que a su prole “no le falte de nada aunque para ello deban sacrificarse ellos mismos”. ¿Es eso acertado?, se pregunta. Su respuesta es tajante: no.
“Es la educación familiar la primera que debe dirigirse a lograr que los niños entiendan que no siempre se puede tener todo. Es más sencillo dar a un hijo todo lo que reclama que explicarle por qué lo que pide no es correcto y hacer que comprenda la negativa“. Izaguirre advierte a los padres de que prevenir futuros problemas –incluso, la delincuencia- es algo que se trabaja desde que se sale del paritorio. “Si desde la infancia lo hemos tenido todo sin esfuerzo alguno nuestra personalidad será deficitaria porque no habremos aprendido a reflexionar y a entender que en la vida entran en juego múltiples intereses y que a veces es necesario el sacrificio individual”.
Cuando el niño (mal educado por sus padres) se convierte en adolescente problemático, poco queda por hacer. Así se desprende de la pregunta que hace Izaguirre y a la que no da respuesta: “Imaginémonos que hablamos de un chaval de 16 años detenido por la policía por un delito. ¿Puede una medida de seis meses de libertad vigilada corregir la falta de tolerancia a la frustración?”
Tras mencionar la falta de concienciación que hay en la sociedad respecto a la violencia familiar y de género entre los menores, Izaguirre aprovecha la memoria anual de su departamento para reflexionar sobre un tema con honda trascendencia en la juventud: la sexualidad. “Se nos llena la boca hablando de los avances en la educación sexual, pero discrepo de que, efectivamente, nuestros jóvenes tengan una sexualidad sana“. “Toda iniciación en el sexo debe depender de la voluntad del individuo y no del grupo. Nos hemos encontrado con supuestos en los que una persona mantiene relaciones sexuales por primera vez porque su grupo de amigos ya lo ha hecho. Esta conducta no es sana”, concluye el fiscal jefe.
Via: el periódico.com